Ventajas e inconvenientes del acuerdo comercial UE-EEUU para el sector agrario

2015 está siendo un año relevante para la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (ATCI) o Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y los Estados Unidos, un acuerdo que pretende mejorar las relaciones comerciales entre EEUU y la Unión Europea.

Actualmente, en los Estados Unidos y la UE más de 13 millones de empleos ya dependen de la asociación económica entre estas partes del mundo, y se asegura que con la ATCI se originará más comercio, más empleos y más oportunidades, también para las pequeñas y medianas empresas.

Las negociaciones sobre el conocido como TTIP (por sus siglas en inglés) es uno de los que más pasiones ha levantado en el Parlamento Europeo y en otros muchos foros del Viejo Continente.

España no ha sido ajena a ello, teniendo especial repercusión en el sector agroalimentario, donde algunos aseguran que acarreará unas importantes consecuencias. Aunque sea una parte pequeña dentro del conjunto de las negociaciones, se trata de un punto esencial, puesto que los modelos de producción agroalimentaria a ambos lados del Atlántico no son iguales: mientras en EEUU prima la producción y el medio ambiente, en Europa se defiende la calidad y la seguridad alimentaria.

Puntos negativos

Quienes como las organizaciones profesionales agrarias COAG o UPA no ven el TTIP con buenos ojos argumentan que el modelo europeo de producción agroalimentaria se verá dañado por la invasión de productos americanos generados bajo otras condiciones.

Por ejemplo, en la Unión Europea todavía se contempla la producción de Organismos Genéticamente Modificados (OGMs o transgénicos) bajo el principio básico de la precaución, cuando EEUU es uno de los mayores productores del mundo.

Algo similar puede ocurrir con el uso de hormonas de crecimiento o de antibióticos en la cría de animales para consumo humano, sustancias que en la Unión Europea se vienen disminuyendo y controlando, mientras que, según algunas voces, en EEUU se encuentran a la orden del día.

Por otra parte, quienes rechazan el TTIP también afirman que las marcas de calidad europeas como la Denominación de Origen Protegida (DOP), la Indicación Geográfica Protegida (IGP) o la Especialidad Tradicional Garantizada (ETG), podrían frenar su evolución, puesto que EEUU considera que este tipo de etiquetas van en contra de la libre competencia y prioriza el desarrollo de las marcas privadas.

Puntos positivos

En el otro lado de la balanza se encuentran Cooperativas Agro-alimentarias, desde donde apuestan por que “un acuerdo de libre comercio equilibrado y ambicioso porque supondría fortalecer la competitividad de los productos españoles y la posibilidad de aumentar su cuota de mercado; un crecimiento económico y una mejora de la renta de nuestros agricultores, ganaderos y una mayor consolidación e incremento de sus cooperativas, en su mayoría micropymes y PYMES emplazadas en zonas rurales”.

Según este colectivo empresarial “los productos agroalimentarios españoles están muy presentes en los EEUU, pero soportan grandes obstáculos al comercio en forma de barreras técnicas y burocráticas”, y el TTIP sería una buena oportunidad porque EEUU es el segundo destino de los productos españoles de alto valor añadido (después de la UE) y nuestro país es el segundo elegido por los estadounidenses como destino turístico.

Acuerdo con excepciones

Las instancias políticas responsables del sector agrario aplauden las bondades del TTIP aunque advierten que habrá que hacer ciertas excepciones.

En este sentido, la ministra española de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Isabel García Tejerina, sabe que Estados Unidos es un mercado muy deseado por muchos productores, y por ello, el acuerdo de libre comercio facilitará a los productores españoles su acceso. No obstante, García Tejerina hace hincapié en que “protegeremos nuestro modelo productivo que, en la Unión Europea, es muy exigente en requisitos medioambientales, de bienestar animal, trazabilidad y seguridad alimentaria”.

Algo que también puntualiza el comisario de Agricultura y Desarrollo Rural de la Unión Europea, Phil Hogan. En su última visita a España el pasado mes de junio, Hogan explicó en sus intervenciones “estoy fomentando activamente la apertura de este importante mercado para los productos lácteos, las frutas y hortalizas y otros productos de elevada calidad de la UE, entre ellos nuestras indicaciones geográficas”.

Sin embargo, puntualizó: “he dejado claro a nuestros interlocutores estadounidenses que una parte esencial de nuestro planteamiento basado en la calidad la constituyen nuestros productos con indicación geográfica, que representan el 30 % de las exportaciones de productos agroalimentarios de la UE a los EE.UU., por un valor de unos 3 400 millones de euros”. Y añadió: “La normativa sobre alimentos y bebidas de la UE y los sectores vulnerables no se sacrificarán en aras de un acuerdo comercial”.

Al otro lado del charco

Aunque en la Unión Europea los debates más duros sobre el TTIP se han protagonizado en los últimos meses, parece que al otro lado del Atlántico tampoco lo tienen tan claro.

La administración Obama, gran defensora del TTIP, ha tenido que invertir mucho trabajo y esfuerzo para finalmente poder conseguir el “Fast Track”, un mecanismo más ágil por el cual el Senado permite al presidente la capacidad de negociar bajo unos principios.

Al parecer, el TTIP o ACTI no sólo encuentra reticencias en la Unión Europea, ya que en Estados Unidos no aprueban el sistema de las Indicaciones Geográficas Protegidas (DOC o ETG) y consideran que el sector agrario comunitario está muy protegido. A ello, hay que sumar las barreras sanitarias y fitosanitarias, que siempre complican cualquier acuerdo agroalimentario, lo que hace presagiar que todavía falta tiempo para limar muchos puntos en el acuerdo final del Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y los Estados Unidos.

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